Estos son días de Navidad en Abancay
En este punto del universo y a la hora que señala la sombra fuimos inmensamente felices.
Y en grupos no acordados llegábamos de madrugada con nuestras canastas de carrizo en el brazo para reunir helechos, musgos, waqontoys y amancaes. No había por costumbre arrancar de cuajo las intimpas No se armaban árboles, sino belenes para dar la bienvenida a Jesús. Llegar hasta aquí, a “Angasqocha”, a las 6 de la mañana era una carrera cuesta arriba sin reglas establecidas. El arco, portal del santuario del Ampay marcaba el inicio. hombres y mujeres ya estábamos ahí a las 3 de la mañana. Nada nos apuraba, pero pasadas las 3 se hacía pesada la caminata. Quien llegaba tarde corría el riesgo de tener el sol en contra. Ya en la laguna de Angasqocha con el sol tímido asomando por Soqllaqasa, venía otro concurso: reunir piedras planas para ver quién podía rebotar más veces y llegar más lejos con las piedras. El canto rodado se desplazaba sobre el espejo del agua. Creíamos, y así pasaba, que el sol se escondería tras las nubes, caería luego una menuda llovizna sobre el santuario. Disfrutábamos entonces sentados al borde de la laguna de las frutillas recogidas en nuestras canastas y la llovizna sobre nuestras cabezas. Nuestras madres, una semana antes, habían sembrado en latas de conservas de sardinas y portolas trigo en tierra negra. Para el 23 de diciembre el trigo salía maravillosamente. Nuestro papel consistía en hacer el complemento: teníamos que traer musgos para esconder las latas. Los diminutos helechos se pondrían a los costados del pesebre. El waqontoy con sus colores tropicales del verde al anaranjado se pondría sobre el techo. Un riachuelo se dibujaría con papel celofán transparente entre las latas de trigo... y el paisaje se completaba con algunas salvajinas cosidas sobre la franela verde. Esa era nuestra navidad... Una navidad feliz en un punto del universo: Santiago de Abancay
