Pregunte nomas, que preguntar no cuesta nada
Así es amigos. Cuando visitamos la Villa de San Antonio y Kolkaki, en un restaurante vimos un pequeño anuncio pegado en la pared que decía: “Pregunte nomas, que preguntar no cuesta nada”. Francamente que este llamativo anuncio que haría sentir celos a los publicistas profesionales me impresionó gratamente. De seguro que, quien puso ese letrero es; alguien con amplitud de criterio y visión del futuro, es alguien que mira el bosque y no el árbol. En esta oportunidad voy a limitarme a comentar un poquito sobre esto que preguntar no cuesta nada. A cada momento, de día o de noche, en la calle, en el centro de trabajo, en el hogar, en el bar, en el mercado, en las casas comerciales, donde sea, hay personas que siempre preguntan: - ¿Qué hora tienes? - Un poco para más tarde mi querido viejo. - Con razón me estaba bailando la oreja, ya era hora de irme a casa porque si no… mi contraparte me saca tarjeta roja. Un amigo de mi collera sugirió hacer preguntas en centros comerciales: ¿Cuánto cuesta el litro de aceite? Cuatro nuevos soles mi querido señor. Pero en la tienda de la vecina cuesta solamente 3 soles 50 céntimos. - Esa será una comerciante OPA, por favor señor si no tiene plata para pagar mi precio “oficial” preferible que se vaya, estamos perdiendo el tiempo. Así es amigos, a veces hay sinsabores cuando se pregunta, pero como en este mundo hay unas de cal y otras de arena, también hay preguntas que reconfortan un poquito. ¿Señorita... se puede pasar? Adelante... pase - pase, tome asiento, ¿Que trago le gusta? Sabe señorita soy descendiente de la familia Pachochín, de los hombres prácticos, a mí lo que me gusta es el chancho. Pero señor... aquí no vendo chicharrones, lechón, ni adobos, cualquier cosa menos chancho. Señorita no me ha entendido, ya le dije que soy Pachochín pegado a la letra, más exactamente me llamo Carlitos Pachochín, mi seño¬rita profesora ella si me entiende a las mil maravillas…mejor dicho, nos entendemos. Les voy a contar un caso donde preguntar cuesta plata. Cuando se está con la collera a través de la espumante palabra: ¿Señora Epina cuanto es la cuenta? Por una cajita de cerveza... 42 soles. A estas alturas no queda más remedio que meter la mano al bolsillo y contar los billetes. Como generalmente ante los amigos se aparenta estar a las justas por tanto gorrión que no falta en cada reunión, se tiene que recurrir a la caja fuerte ambulante que es el interior de los calcetines para sacar unos billetes y completar el pago del pedido. En esta clase de reuniones donde Epina con espumante al centro: hay patas que se olvidan siempre de preguntar por la cuenta y dejan ensartados a los finalistas. Si no veamos... mejor no... Se pueden calentar los “arrugadores”. Analizando un poco más detenidamente este asunto que preguntar no cuesta nada, llegaremos a la conclusión, de que en la mayor parte de los casos preguntar cuesta... así es amigos, cuesta plata. ¿Señorita cuánto cuestan sus honorarios? Depende... pero no baja de 50 verdes.