Donde hay maqakuy hay munakuy
Así es amigos. De hecho, que el título del presente comentario provocará suspenso, porque la señora mamá dejará de servir el almuerzo encargando a la hija mayor para que lo haga mientras ella lee atentamente este comentario. Una anécdota simpática ocurrió el lunes pasado. Resulta que un grupo de periodistas visitamos un establecimiento comercial con la finalidad de adquirir insumos, en esas circunstancias, dos señoras discretamente preguntaban por el valor de unos mazos de madera fabricados en Abancay. Para ser francos, no le dimos importancia al asunto, luego ya, cuando se retiraron” las señoras cada una con varios mazos, le preguntamos con mucha curiosidad al propietario del establecimiento: Mi querido señor, ¿por qué las señoras escogían con tanto cuidado los mazos de madera? Ante nuestra curiosidad, nos respondió, que últimamente hay demanda de parte de las señoras abanquinas en adquirir mazos de madera. Fíjense ustedes, nos dijo: El fabricante de esos mazos es un campesino de Marcahuasi, quien me provee de esos utensilios de madera y en especial de los mazos que están teniendo gran demanda de parte de las señoras. Nosotros volvimos a la carga con otra pregunta: Por favor tienes que decirnos el significado de esas numeraciones, por algo tienen esos números. Ahí es cuando reventó el ch’upo: Saben señores periodistas, que estos mazos dicen, son utilizados por las esposas abanquinas no precisamente en la cocina para chancar carne, ajos o moraya, sino es para chancar la cabeza de sus esposos según la hora que se recogen a casa después de haberse jaraneado por su cuenta por ahí pampitas donde crecen callampitas. Así por ejemplo, al esposo que se recoge a las 3 de la mañana le suenan con el mazo pequeño, al que se recoge a las 4 de la madrugada le suenan con el mazo regular y al que se recoge a las 5 cuando ya es de día y el gallo ya cantó hasta 3 veces, le suenan con el mazo N° 5, para dejarlo fuera de combatí5 hasta que escarmiente y no se le ocurra salir de parranda olvidando que tiene casa y esposa que los esperan, porqué dicen, últimamente los esposos abanquinos están de fiesta en fiesta, de jarana en jarana, noche tras noche y día tras día, como por ejemplo: menor no me pueden agarrar a botellazos. En esas circunstancias mi colega «chacanoay» le preguntó al dueño del establecimiento: Mi querido señor, y mi esposa ya compró sus mazos. - Así es don Chacanoay, su señora se ha llevado los 3 tamaños y por duplicado. A estas alturas a mi pata del alma le empezó a temblar el cuerpo y se mandó a mudar hasta su casa como alma que lleva el diablo. Lógico es pensar mis amigos, que las señoras ya no pueden soportar a sus esposos madrugadores, por tanto, es enteramente correcto y también lícito, que les rompan el alma con los consabidos mazos numerados del 3 al 5. Ayer en la mañana comentando un poco sobre el particular, me he enterado que el ausentismo de los esposos en las noches había disminuido ostensiblemente, porque se están volviendo padres amorosos y cumplidores con sus obligaciones morales y materiales. Esta simpática anécdota me hace recordar, que una vez más, ha entrado en vigencia ese sabio pensamiento popular que dice: “Donde hay maqakuy... hay munakuy”.